¿La inteligencia artificial puede ayudar a mejorar la salud mental?

La idea de crear una “máquina” que dialogue y contenga como lo haría un terapeuta surgió hace muchas décadas. Estos son los ejemplos pasados y las experiencias actuales de sistemas que toman funciones de los psicólogos.

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Los datos registrados en Estados Unidos sirven de ejemplo para dimensionar la gravedad que representa para la salud pública la salud mental. Alrededor de 1 de cada 5 adultos en ese país padece un cuadro que requiere atención psicológica y 1 de cada 20 tiene una afección psiquiátrica grave, es decir, depresión, trastorno bipolar, esquizofrenia, etc. que afecta su capacidad para desempeñarse en el día a día, sea en el trabajo o en las relaciones con las demás personas.

Además, fármacos muy usados la fluoxetina (Prozac) o el alprazolam (Xanax) muy prescriptos para la depresión y la ansiedad ya no son tan efectivos y se ha demostrado en ese país la atención de la salud mental se está mostrando fragmentada, tardía e inadecuada y la discapacidad por ese motivo ha ido en aumento. En ese marco las tasas de suicidio se han incrementado desde la década del ‘90 en alrededor de un tercio, según datos aportados por The New Yorker.

Ante esta situación de incremento exponencial en el número de pacientes, la sobrecarga del sistema de salud y de los especialistas en salud mental, en particular, ha ido aumentando su presión. En esa misma medida se vienen desarrollando sistemas de inteligencia artificial (IA) que puedan responder a las demandas de esos pacientes. Las opiniones en cuanto a los resultados que se puedan obtener son dispares. Por un lado están quienes advierten que un software no tiene una comprensión interna de los seres humanos y quienes señalan, sobre la base de algunos resultados prometedores, que podría ayudar a identificar problemas psiquiátricos reales. Pero, ¿pueden las mentes artificiales curar a las reales?

Uno de los más lejanos antecedentes de estos intentos de crear máquinas que asistan emocionalmente a las personas se llevó a cabo en los años ‘60, cuando Joseph Weizenbaum, científico informático del MIT, creó un programa informático llamado Eliza, diseñado para simular la terapia Rogeriana, que se centra en la fase de catarsis, promueve el desarrollo personal del paciente para que más adelante pueda comprender y resolver sus problemas por sí mismo. En Eliza, el paciente dirigía la conversación y el terapeuta le repetía su lenguaje.

Weizenbaum dudaba de que las computadoras pudieran simular una interacción humana significativa y había hecho casi una parodia con Eliza. Por lo tanto, se alarmó cuando muchas personas que probaron el programa lo encontraron útil y cautivador. Su propia secretaria le pidió que saliera de la habitación para poder pasar tiempo a solas con Eliza. Más aún, los médicos lo vieron como una herramienta potencialmente transformadora.

En forma contemporánea, en 1966, escribieron tres psiquiatras en The Journal of Nervous and Mental Disease: “Varios cientos de pacientes por hora podrían ser manejados por un sistema informático diseñado para este propósito. El terapeuta humano, involucrado en el diseño y operación de este sistema, no sería reemplazado, sino que se convertiría en un hombre mucho más eficiente ya que sus esfuerzos ya no estarían limitados a la relación uno a uno paciente-terapeuta como existe ahora”.

Weizenbaum, finalmente, se convirtió en un crítico abierto de la inteligencia artificial. “Pero el genio salió de la botella”, le dijo Brian Christian. El autor del libro The Most Human Human. Unos años más tarde, un psiquiatra de Stanford llamado Kenneth Colby creó Parry, un programa que intentaba simular el lenguaje de una persona con esquizofrenia paranoide, para entrenar a los estudiantes antes de que atendieran a pacientes reales. Los psiquiatras que recibían transcripciones de las sesiones de terapia en general no podían distinguir la diferencia entre Parry y los humanos; en este sentido estricto, el chatbot pasó la prueba de Turing, un examen de la capacidad de una máquina para exhibir un comportamiento inteligente similar al de un ser humano o indistinguible de este.

Fuente: Infobae.

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